martes, 15 de julio de 2008

YO SOY LA FLOR ;)

"El Principito"
Capitulo 8
De a poco fui conociendo mejor a esa flor. El planeta del principito tenía flores simples, con una sola hilera de pétalos, no molestaban a nadie ya que apenas ocupaban lugar. Se las hallaba de pronto una mañana entre la hierba y luego por la noche, se extinguían. Pero... aquélla, de la que hablaba el principito, germinó un día de una semillita traída quién sabe de dónde y a quien el principito había vigilado muy de cerca. Podía tal vez ser un nuevo tipo de baobab. Pero al poco tiempo dejó de crecer y comenzó a transformarse en una bella flor. El principito que asistió a todos los cambios que iban produciéndose, al ver el capullo enorme, creyó que de ello iba a surgir alguna aparición milagrosa. Y, al abrigo de su cámara verde parecía no terminar nunca de preparar su embellecimiento. Elegía con sumo cuidado sus colores. Lentamente se vestía ajustando uno a uno sus pétalos. No quería nacer llena de arrugas como las amapolas. Quería aparecer con el pleno resplandor de su hermosura. Era por cierto muy coqueta. Por fin una mañana, decidió mostrarse junto con la salida del sol.
En medio de un gran bostezo, la flor que había trabajado con tanta perfección, dijo;
-Ah!, perdóname... Recién me despierto... Todavía estoy despeinada.
El principito en un estado de máxima admiración exclamó:
-Eres hermosa!
-Es cierto. He nacido al tiempo que nació el sol.
El principito notó que era muy poco modesta, pero... era tan conmovedora!
-Si no me equivoco, creo que es hora de desayunar-dijo la flor- Serías tan amable de acordarte de mí?
Algo confuso, el principito tomó una regadera llena de agua fresca y sirvió a la flor.
Se mostraba ciertamente vanidosa. Un día por ejemplo, dijo al principito refiriéndose a sus cuatro espinas:
-Ya pueden venir los tigres con sus garras!

-Despreocúpate, en mi planeta no hay tigres, pero además, los tigres no comen hierba-argumentó el principito.
-Yo no soy una hierba-agregó con seductora suavidad la flor.
-Oh... perdóname.
-No temo a los tigres, pero... las corrientes de aire me horrorizan. Tendrías un biombo para protegerme?
"Horror a las corrientes de aire... No es una suerte para una plante-pensó para sí el principito- Esta flor es bien complicada..."
-Aquí hace mucho frío, de modo que durante la noche, me meterás bajo un globo. Veo que hay pocas comodidades. Allá, de donde vengo...
Había llegado bajo la forma de semilla, de modo que no podía conocer absolutamente nada de otros mundos. Se sentía avergonzada por haberse dejado sorprender por una mentira tan inocente, tosió dos o tres veces como para poner en falta al principito.
-Pero... dónde está el biombo?
-Iba por él, pero... como me estabas hablando!
La flor nuevamente forzó la tos como para afligirle aún más.
Es así como el principito comenzó a dudar de ella y se sentía muy desgraciado.
"No debí escucharla-me confesó un día-; es mejor no escuchar a las flores. Tan sólo contemplarlas y aspirar su perfume. La mía endulzaba con su aroma todo mi planeta, y aún así, yo no podía gozar de ello. Quizá la historia de las garras, que tanto me fastidiaba, debe haberme conmovido...
Me confió luego:
"No supe entonces comprender. Cometí el error de haberla enjuiciado por sus palabras y no por sus actos. Iluminaba y perfumaba todo mi planeta. Jamás debí haberla abandonado! Debí haber intuido su ternura detrás de sus ingenuas astucias. Las flores son tan contradictorias! Y yo... demasiado joven para saber amarla.
Capítulo 9

Creo que el principito aprovechó la migración de una bandada de pájaros silvestres para su evasión.
La mañana de la partida, puso en orden el planeta. Deshollinó cuidadosamente sus volcanes en actividad, de los cuales poseía dos, que le eran muy útiles para calentar el desayuno todas las mañanas.
Tenía, además, un volcán extinguido. Deshollinó también el volcán extinguido, pues, como él decía, nunca se sabe lo que puede ocurrir. Si los volcanes están bien deshollinados, arden sus erupciones, lenta y regularmente. Las erupciones volcánicas son como el fuego de nuestras chimeneas. Es evidente que en nuestra Tierra no hay posibilidad de deshollinar los volcanes; los hombres somos demasiado pequeños. Por eso nos dan tantos disgustos.
El principito arrancó también con un poco de melancolía los últimos brotes de baobabs. Creía que no iba a volver nunca. Pero todos aquellos trabajos le parecieron aquella mañana extremadamente dulces. Y cuando regó por última vez la flor y se dispuso a ponerla al abrigo del globo, descubrió que tenía deseos de llorar.
-Adiós -le dijo a la flor. Esta no respondió.
-Adiós -repitió el principito.
La flor tosió, pero no porque estuviera resfriada.
-He sido una tonta -le dijo al fin la flor-. Perdóname. Procura ser feliz.
Se sorprendió por la ausencia de reproches y quedó desconcertado, con el globo en la mano, no comprendiendo esta tranquila mansedumbre.
-Sí, yo te quiero -le dijo la flor-, ha sido culpa mía que tú no lo sepas; pero eso no tiene importancia. Y tú has sido tan tonto como yo. Trata de ser feliz. . . Y suelta de una vez ese globo; ya no lo quiero.
-Pero el viento…
-No estoy tan resfriada como para… El aire fresco de la noche me hará bien. Soy una flor.
-Y los animales…
-Será necesario que soporte dos o tres orugas, si quiero conocer las mariposas; creo que son muy hermosas. Si no ¿quién vendrá a visitarme? Tú estarás muy lejos. En cuanto a las fieras, no las temo: yo tengo mis garras.
Y le mostraba ingenuamente sus cuatro espinas. Luego añadió:
-Y no prolongues más tu despedida. Puesto que has decidido partir, vete de una vez.
La flor no quería que la viese llorar: era tan orgullosa…

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